Los eruditos se han esforzado mucho, en descifrar los textos del Apoca-
lipsis de Juan y algunos del Evangelio de Mateo, que se refieren a los tiem-
pos finales. La Nueva Revelación nos da unas aclaraciones instructivas. «Has-
ta ahora nadie ha encontrado la llave para abrir los libros de la palabra
santa. » «Mientras el hombre no sea capaz de comprender el sentido espiri-
tual o la interpretación -lo que llaman el equivalente-, en vano intentará
comprender Mis palabras en su verdadero sentido.» (Wiederk. 99).
«Encontraréis únicamente descripciones simbólicas en el Apocalipsis de
Juan.» «Encontraréis "la ira de Dios" "las plagas" y otras expresiones muy
utilizadas por los profetas, también en aquel tiempo, pero que no se deben
entender literalmente. Yo, el Dios del amor, ni demuestro ira, ni odio, ni
quiero la venganza, cosa imposible para Mí, aunque Yo como Dios pudiese
obligar por medio de la destrucción repPntina, que todo vuelva a su orden
establecido.» (Wiederk. 100).
«Podéis ver que en todos los escritos del Antiguo y Nuevo Testamento
se encuentran muchas palabras, que no pueden tomarse literalmente, sino
que se debe buscar su contenido espiritual encerrado desde siempre. » (Wie-
derk. 100, ss.).
«Por ejemplo, los toques de trompeta son equivalencias de cambios ético-
morales, que se producen en el alma humana, cuando interviene la espada
de doble ~lo de la duda, y cuando la falta de fe produce la suspicacia.»
(Wiederk. 109).
También interpreta la Nueva Revelación el capítulo del Evangelio de Ma-
teo, referente al tiempo final, que por la Iglesia es interpretado como el
fin del mundo. «Es bastante estúpido imaginar que en el estrellado firma-
mento pueda aparecer un crucitijo.» (Hi I, 337, 2).
La señal del Hijo del Hombre es idéntica al resurgimiento del amor
con todos sus atributos celestiales, en la Iglesia, o sea la compasión, la pa-
ciencia, la mansedumbre, la modestia, la sumisión, la obediencia y la acep-
tación de todos los sufrimientos de la Cruz. Mirad, ésta será la señal viva
del Hijo del Hombre que aparecerá en el cielo de la vida eterna interior
y que no es una señal que mata sino que vivi~ca.» «Hay que interpretar
la palabra "cielo" como toda la verdad de la fe contenida en la palabra,
que en su autenticidad es Iglesia.» (Hi I, 338, 8 y 9).
También se explican las palabras de Mateo 24, 30: «Y verán al Hijo
del Hombre venir sobre las nubes del Cielo, con grande poder y gloria».
«Hay que entender que la palabra viva en el corazón del hombre, es
Mi amor eterno en toda su extensión, y este amor es "grande de poder
y gloria". Y las nubes en el cielo signi~can la inmensa sabiduría en la pala-
bra viva. Así se debe interpretar el texto de la escritura.» (Wiederk. 71).
«Es obvio que después de tanto vaivén debe llegar la decisión, donde se
verá quién es el vencedor y quién el vencido. Ahora se acerca este tiempo.»
(Wiederk. 113).
«Cuando hayan terminado todas las guerras iodeológicas y materiales,
todos Me comprenderán fácilmente y cumplirán gustosamente Mis Manda-
mientos, que comienzan con el amor al prójimo y terminan con el amor
a Dios.» (Wiederk. 115).
«Entonces solamente habrá una Iglesia y un pastor y un rebaño.» (Wie-
derk. 115). «En el Apocalipsis de Juan este tiempo se llama el reino de
los mil años o la Nueva JerusaJén(Wiederk. 114).
Al reino de !os mil a~3os precede el juicio. «Casi todo lo revelado por
Juan ya ha ocurrido como crisis de la evolución, pero queda lo peor.» «¡Es-
perad lo peor! No Yo, sino el hombre en su naturaleza animal, la increduli-
dad producida artificialmente por el hombre, el ansia del poder sin límites
y la codicia ~an a cumplir lo descrito con las siete copas y las siete trompe-
tas.» (Wiederk. 119).
Hay que anotar que el reino de los mi! aRos que seguirá al tiempo ~nal
no se debe entender como un período de mil años, sino como el tiempo
cuando «lo espiritual haya vencido lo material» (Wiederk. 14).
Será un período cuando «se da mayor importancia a la formación espi-
ritual», cuando «no se permite más la dureza del alma», y cuando desapa-
rece por completo la ley del más fuerte». (Gr XI, 150).
«Este reino ya existe desde hace tiempo en el espíritu y en los corazones
de los hombres buenos.» (Gr XI, 326).